Al pie de los Alpes y rodeada de los ríos Po y Dora, se encuentra la cuidad olvidada de Italia, Turín, primera capital del estado con más de dos mil años de historia y actual capital de la región de Piamonte. A pesar de haber sido considerada a lo largo de los años como la cuidad industrial que vio nacer la Fiat, entre los ocultos encantos de la cuidad se encuentran sus preciosos paisajes, sus vías porticadas y piazze, un gran patrimonio cultural y arquitectónico y no menos importante, innumerables trattorie e históricos cafés que no dejarán indiferente a los paladares más selectos que la convierten en Capital Gastronómica de Italia. De esta manera, Turín se reinventa cada día, no en vano fue nombrada Capital Mundial del Diseño 2008 y fue sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en el año 2006. Si visita la ciudad, le hechizará y sentirá deseos de volver: Signori e Signore, Benvenuti a Torino!
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Día 1, MilanPor fin el avión aterrizó en Malpensa. Fuera del aeropuerto, había un montón de autobuses dispuestos a llevarnos al centro de Milán, Stazione Centrale, donde se encontraba nuestro pequeño hotel. El precio del autobús fue de 7€ y tardó unos 45-50 minutos en llegar. Una vez allí, nos dirigimos al Hotel Demò (75€/noche, habitación triple). La ubicación del hotel, no podía ser mejor, justo al lado de la Stazione Centrale.
Después del check-in de rigor, fuimos a la Stazione Centrale, con idea de adquirir unos billetes de tren para ir a Venecia el día siguiente. Una vez allí comprobamos lo fácil que era gracias a las máquinas expendedoras de venta de billetes que inundaban la planta baja. Con los billetes en mano, nos fuimos en Metro (1€) al centro (línea 3, parada Duomo). La aparición en la Piazza del Duomo fue espectacular y además coincidió con la puesta de sol, ¡sin palabras! Aprovechando que estábamos en Turín, se nos ocurrió llevar nuestra aventura mochilera hasta la ciudad costera de Génova. Mientras esperabamos a nuestro amigo germano David, hicimos cábalas sobre el coche que aparcaría bajo nuestro balconcito turinés: ¿uno destartalado o un pedazo de coche alemán? Pues la respuesta es que tenía un flamante coche alemán, que hizo que aquel caluroso día de julio fuésemos como reinas hasta nuestro destino: Génova. _.
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